"El ratón de campo vivía bajo un arbusto de un seto. Un día invitó a su amigo el ratón de ciudad. Le dijo de comer granos de cebada y raíces, lo mejor que tenía en su despensa.
Al ratón de ciudad no le gustó el sabor terroso de la comida que le dio el ratón de campo.
- Mi pobre amiguito-dijo-.No vives mejor que las hormigas. Tienes que venir a casa conmigo. Te enseñaré qué comida debería gustarte.
El ratón de campo nunca había visto tanta comida como en la despensa del ratón de ciudad. Higos, miel, dátiles, manzanas, harina de avena..., todo con lo que un ratón sueña. Se había comido un dátil e iba a empezar con u higo cuando la puerta de la despensa se abrió de repente.
-¡Date prisa! ¡Debemos escondernos!-susurró el ratón de ciudad-.Antes de que el ratón de campo supiera que pasaba, se encontró acurrucado al lado de su amigo en un diminuto y oscuro agujero. Apenas era lo bastante grande para que cupiera un ratón, así que imagínate dos.
Cuando el ratón de ciudad decidió que estaban seguros, los dos ratones salieron fuera de él.
Estiraron sus piernas entumecidas, agitaron sus colas y volvieron con los higos. Apenas habían empezado a mordisquearlo cuando lo puerta de la despensa giró, abriéndose de nuevo.
-¡Rápido!¡ Escóndete!- susurró el ratón de ciudad.
Una vez más el ratón de campo se encontró aprisionado en un diminuto agujero sin sito para mover sus bigotes y con su corazón latiendo fuertemente.
Al ratón de campo no le gustaba estar aterrorizado dentro de un agujero cada dos minutos. Estaba acostumbrado a mover bigotes y a golpear con su cola cuando quería. La comida de ciudad era muy buena, pero qué ventaja había en tener buena comida si te produce dolor de estómago el comerla.
El ratón de campo hizo su maleta y volvió a su casa. Su comida del campo podría ser sencilla, quizá supiese a tierra, pero al menos podía comerla en paz."
La moraleja de la historia: "más vale una vida modesta en paz y sosiego que todo el lujo del mundo con peligros y preocupaciones".
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